La literatura es sin duda uno de los
mecanismos de sobrevivencia más empáticos desarrollados por nuestra
cultura y nuestra psique, una construcción que se remite a los orígenes
mismos de nuestra civilización y nuestra evolución como especie.
Recientemente Geoff Kaufman
―investigador pos-doctoral en el Dartmouth College de New Hampshire― y
Lisa Libby ―profesora asistente de psicología en la Universidad Estatal
de Ohio― llevaron a cabo un estudio en el que encontraron que quienes
leen, en un gesto empático sumamente elocuente, adoptan sin darse cuenta
del todo las actitudes, pensamientos y creencias de los personajes
ficticios que protagonizan su lectura.
Kaufman y Libby realizaron seis pruebas
distintas con 500 voluntarios, llegando a la conclusión de que las
historias contadas en primera persona pueden transformar temporalmente
la manera en que el lector se ve a sí mismo, al mundo y otros grupos
sociales.
En uno de los experimentos, por ejemplo,
las personas que se identificaron fuertemente con un personaje ficticio
que vence varias adversidades para votar, se mostraron mucho más
inclinadas a votar también ellas varios días después en una elección
real, esto en comparación con otros voluntarios que leyeron una historia
diferente.
En cuanto a los factores que se
encuentran de fondo en este fenómeno, denominado “toma de experiencia”,
parece ser que uno de los más importantes es que aquellos rasgos de
personalidad que el lector pudiera encontrar similares entre sí mismo y
la ficción, deben aparecer pronto en la historia.
Así, en otro experimento con un grupo de
70 hombres heterosexuales que leyeron la historia de un estudiante
homosexual, la aceptación de este comportamiento fue significativamente
distinta según la inclinación sexual del protagonista se revelara más
temprano o más tarde en la secuencia narrativa. En este caso en
particular, los participantes que solo pasadas varias páginas supieron
que el personaje era gay, mostraron después actitudes menos favorables
hacia la homosexualidad, en contraste con aquellos que lo supieron desde
un inicio. Curiosamente este mismo fenómeno se repitió con un personaje
ficticio de tez negra.
Otras circunstancias como el ambiente,
la constante referencia a uno mismo (que se probó poniendo a leer a los
voluntarios frente a un espejo), también influyen en la generación de
este tipo especial de empatía.
“Entre más recordatorios recibes de tu
propia identidad personal, es menos probable que estés dispuesto a tomar
la identidad de un personaje”, explica Kaufmann. “Tienes que ser capaz
de llevarte a ti mismo fuera de la fotografía y perderte realmente en el
libro para tener esta experiencia auténtica de tomar la identidad de un
personaje”.
Por su parte Libby aclara que la “toma
de experiencia” es sumamente inmersiva, pues el lector “reemplaza su yo
con otro”, en un proceso natural aunque inconsciente que pocos advierten
―lo cual lo hace todavía más intenso y vívido.
Finalmente, uno de los beneficios de
este efecto de la lectura sobre una persona es que, a decir de Libby,
los horizontes se amplían, llevando a los lectores a relacionarse ―ya
desde su pensamiento― con grupos sociales con los que de otra manera
nunca entrarían en contacto.
Imagen: moriza / flickr
[Medical Daily]
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