“Lo que descubrí es que los bancos y el
gobierno se han coludido para esclavizar financieramente al pueblo de
Canadá”, dice al comienzo de su conferencia esta niña de 12 años, ante
un auditorio especializado reunido en el Public Banking Institute de
Estados Unidos.
Victoria Grant, que es el nombre de la
niña, da esta plática en donde sugiere algunas rutas de investigación
para los economistas a propósito de la crisis de deuda que se vive en
numerosos países actualmente, entre ellos su natal Canadá. Grant hace
énfasis en la responsabilidad que tienen los bancos nacionales, las
instituciones financieras y el gobierno mismo en esta situación. La niña
denuncia abiertamente los procedimiento usureros que, en los últimos
años, han enriquecido a los bancos gracias a los instrumentos de deuda
que imponen al grueso de la población, lo cual, dice, debe detenerse.
Con
una pequeña dosis de consparanoia podríamos pensar que un acto como este
solo busca desvalorar el discurso crítico del sistema económico actual,
poniendo en voz de un niño palabras serias y profundamente
significativas. Cuando el presentador dice, “Así que, Victoria, sube,
haz lo tuyo”, ¿no está situando a la niña en el mismo nivel que otros
cuya gracia es recitar poemas o cantar, no tanto por el valor del
contenido sino por lo “asombroso” que resulta que una persona de tan
corta edad memorice algo?
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