Occidente atrapado en su propia realidad
Históricamente la cultura occidental ha 
alimentado a un enemigo que, tomando en cuenta la naturaleza de este 
pulso cultural, se presenta como algo esencialmente ineludible –pues 
está ligado a lo más profundo de su naturaleza. Me refiero a la 
bifurcación absoluta, a la franca dualidad como herramienta fundamental 
para decodificar la realidad: On/Off, Si/No (el dualismo cartesiano). 
Más allá de otros muchos vicios que la 
filosofía de Occidente ha manifestado (por ejemplo el materialismo), 
parece que esta dualidad absolutista es lo que en realidad le ha llevado
 a consagrarse como un pensamiento encerrado –como un vertiginoso loop
 que recuerda a las rondas circulares que hipnóticamente lleva a cabo un
 felino dentro de una jaula. Algo es o no es, fui o no fui, soy soltero o
 casado, me gusta o no me gusta la música pop, tienes o no tienes la 
razón, algo es verdad o es mentira, etc.
Llevando esta premisa un paso más allá, 
no se puede concebir la existencia de algo si no logro ubicar su opuesto
 diametral –y aquí podemos remitirnos a la dialéctica de Hegel, toda 
tesis ‘debe’ tener una antítesis, y esta relación confluye en una 
síntesis que a la vez representará la tesis de algo más y por ende 
estará obligada a tener su propia antítesis (y así sucesivamente 
viviremos loopeados hasta el infinito).
Este modelo de interpretación nos 
acorrala mediante una bifurcación omnipresente, lo cual nos obliga a 
estar permanentemente decidiendo (sin importar que la mayoría de 
nuestras decisiones sean libertades simuladas pues evidentemente hay 
cartografías culturalmente impuestas, diseñadas para tratar de evitar 
que nuestras decisiones vayan más allá sobre ellas).
El código binario y la obligación de elegir en Internet
Entendiblemente cuando llegó el momento 
de desarrollar un código para generar nuevos planos de realidad, esta 
filosofía dualista fue desdoblada en el código binario (el mismo que 
ahora rige nuestra vida digital). En lugar de surfear la data sobre una 
exquisita lasagna de posibilidades desarrollamos, para 
relacionarnos con ella, un medio fundamentado en 0’s y 1’s –lo cual 
representa de algún modo la quintaesencia de la filosofía del On/Off.
Pero más allá de ese esqueleto binario, a
 partir del cual quizá podríamos haber desarrollado un medio 
esencialmente ‘posibilista’, lo cierto es que las computadoras, y en 
consecuencia la Red, tienden a predisponernos a estar permanentemente 
eligiendo. Y aquí me gustaría retomar el tercer capítulo (Choice) del libro Program or Be Programmed, el manual de emancipación digital escrito por Douglas Rushkoff
 y al cual nos hemos referido durante múltiples ocasiones en Pijama 
Surf. En este caso el tercer ‘mandamiento’ de este decálogo es “Siempre 
podrás elegir ninguna de las opciones anteriormente mencionadas”, sobre 
lo que Rushkoff desarrolla: “En el plano digital todo se resume a 
decisiones. El medio esta en sí orientado a lo discrecional. Y esto 
constantemente deja fuera cosas que no elegimos notar o documentar, y 
nos obliga a decidir incluso cuando no hay necesidad de hacerlo”.    
Para avanzar a cualquier etapa del plano
 digital, desde prender o apagar una computadora, decidir si quieres o 
no salvar un archivo, comprar o no un libro, o contestar-declinar una 
llamada, debes elegir entre el menú binario. Esto refuerza nuestra 
programación sobre tener que decidir, entre un espectro limitado, y 
pre-configurado por alguien más (sea un programador, un ley científica, 
un dios tentativo, etc.), el rumbo de nuestra realidad.
Además,  al enfrentarnos permanentemente
 a esta bifurcación, eligiendo una de las dos opciones, entonces 
generamos patrones de comportamiento (intereses, estilos de vida, 
horarios, ubicaciones geográficas) fácilmente detectables, y que pueden 
ser procesados por simples algoritmos para hacernos predecibles –y aquí 
nos remitimos una vez más a la ilusión de la libertad que nos plantea el
 consumismo, tu crees que eres distinto o que estás forjando una 
identidad propia al elegir entre una u otra marca, entre este o aquel 
modelo, pero en realidad se trata del mismo menú.
Entonces, de acuerdo a lo que concluye 
Rushkoff, hay que estar alerta sobre como influye este modelo digital 
plagado de decisiones, miles de puntos sucesivos en donde el usuario 
debe hacer una elección; posteriormente hay que tratar de entenderlo y 
observar como afecta nuestra forma de vida, e inclusive nuestros 
mecanismos cognitivos: la tendencia apunta a programarnos para tomar 
decisiones que simulan una libertad total pero que en realidad es un 
menú acotado (recordemos que entre el si y el no, existen, literalmente,
 millones de posibilidades). 
Quántica y budismo (con el gato de Shroedinger como mascota favorita) V.S dualismo
Con el surgimiento de la vertiente 
cuántica en la ciencia, cuyos fundamentos técnicos ignoro pero a la vez 
creo que con su esencia podemos relacionarnos de una forma casi 
intuitiva, el viejo sendero de la omnipresencia bifurcada sufre una 
especie de catártica implosión y revela, como la flor cuando florece, el
 alma universal como algo sustentado en infinitas posibilidades y no en 
determinaciones racionales. Es decir, el universo resuena con el ‘tal 
vez’ y no con el si/no.
De acuerdo con el maestro Robert Anton Wilson (una de las mentes predilectas en la realidad Pijama Surf),
 nos programamos semánticamente desde hace miles de años a tributar esta
 bifurcación. Sin embargo, a diferencia de Oriente que hace más de 2500 
años fue capaz de liberarse (de la mano del budismo) mediante una 
especie de relativismo sagrado, en Occidente decidimos rendirle culto al
 modelo realista/excluyente, adoptando filosofías cuya naturaleza 
dependen de él. Al cambiar el ‘algo es o no es’ por el ‘algo puede o no 
ser’ (pero independientemente de ello, la simple posibilidad de que sea 
ya le hace sagrado), Oriente hackeó el loop.
“En este modelo solo hay dos posibilidades. Por lo tanto tiene que ser derecha o izquierda, verdadero o falso. Y es terriblemente shockeante cuando descubrimos algo que Oriente descubrió hace 2,500 años, y que la ciencia moderna recien descubrió en el siglo XX; me refiero a que una gran porción del universo depende de los ‘quizás’, y que existen muy pocas cosas que podemos definir en términos de si’s y no’s. Puede reducirlo todo si estas sentado discutiendo sobre filosofía abstracta, pero cuando estas lidiando con el mundo real es muy difícil forzarlo a embonar con el Si/No. Los que son muy buenos para esto son los gobiernos totalitarios, y lo ejercitan al disparar a cualquiera que se guíe por los ‘quizás’ […] También encontraremos que la mayoría de las religiones se basan en este modelo y son las que curiosamente han ido a guerra cada vez que tienen la oportunidad.” [1]
Y en alusión a la película Matrix
 (1999), no puedo dejar de preguntarme por qué Morpheus solo da dos 
opciones a Neo (la píldora roja o la azul) –y supuestamente la roja es 
la puerta de salida de la matriz. Pero al igual que la única salida 
posible de un laberinto no es la entrada (o salida), sino el centro, la 
única posibilidad de que Neo se liberase en realidad estaba en quedarse 
callado ante la bifurcación que se le presentaba (el silencio como ángel
 liberador), o tal vez incluso elegir combinar las dos o, por qué no, 
devorar una de las manos de Morpheus. En este sentido si bien Matrix me 
parece una película loable, que introdujo en millones de personas una 
cierta inquietud por salir de la caverna platónica, también creo que el 
pulso de su narrativa no logró emanciparse (quizá como el preso que 
ayuda a otros a saltar la barda pero que al final no logra el consumar 
su escape).
Actualmente cada vez más físicos apoyan 
un modelo que plantea la coexistencia entre infinito de universos. De 
esta interpretación emergen dos posturas. La primera afirma que a partir
 de un mar de universos posibles, existe uno que se colapsa (siendo 
precisamente el que percibimos durante un instante determinado) mientras
 que el resto representa la infinidad de posibilidades que pudieron 
concretarse. La segunda postura apuesta a que todas las posibilidades se
 concretan simultáneamente, solo que se manifiestan en distintas 
regiones del súper-espacio.  Pero cualquiera de estas opciones toma en 
cuenta a la posibilidad como la unidad máxima de la materia prima 
universal. Y aquí surge la famosa paradoja del Gato de Schroedinger, 
quien probó que en el reino de la cuántica puedes afirmar que un gato 
está vivo y al mismo tiempo está muerto (siendo ambas afirmaciones 
verdaderas de manera simultánea). Lo cual contradice flagrantemente a la
 lógica tradicional.  
Por cierto, creo que un aspecto 
interesante de este fenómeno psicocultural tiene que ver con la 
comodidad. Y es que si bien el dualismo cartesiano es conflictivo, y 
esencialmente tajante, también se encuentra amoldado al sistema racional
 que utilizamos para mediar la realidad. Y por eso en cuanto se 
comienzan a contemplar infinitas posibilidades en cada pixel de nuestra 
existencia, el proceso puede ser angustiante: la seguridad del 
tradicional On/Off nos abandona y esa sensación podría desquiciarnos. 
Pero por otro lado parece que la única salida de la prisión es 
utilizando los propios barrotes. Es decir, a través de la razón podemos 
emanciparnos de la dualidad cartesiana. Y es aquí donde entran en escena
 unos apasionantes elementos: las paradojas.
Entre koans y paradojas
Dentro del pensamiento occidental 
existen unos seres maravillosos, o tal vez sean instantes y no 
entidades, que conocemos como paradojas. Básicamente se trata de 
espontáneos cortos circuitos que aparecen para interrumpir la linealidad
 racional –como una suerte de exquisitas micro-pruebas que evidencian 
los límites de la lógica (por ejemplo la frase ‘todo lo que digo es 
mentira’). En el momento que logras hacer converger dos líneas de 
pensamiento que, en lugar de sucederse racionalmente, colisionan y se 
contradicen, aún siendo ambas validas, entonces estás generando una 
pequeña grieta en la matriz.  
En cuanto al pensamiento oriental, que 
en algún momento optó por modelos circulares o cíclicos en lugar de 
lineales, que hasta cierto punto privilegió la esencia femenina al 
momento de establecer su estructura, y cuya naturaleza no esta diseñada 
para perseguir la hegemonía, las paradojas tienen un equivalente mucho 
menos disruptivo (pues fluyen en forma orgánica con el caudal 
interpretativo). Un precioso ejemplo de lo anterior son los koans.  
Técnicamente los koans son 
afirmaciones o interrogantes diseñadas para, envueltos en una poética 
estética, generar una ‘gran duda’ que permita al individuo 
‘desloopearse’ –en otras palabras alcanzar el centro de su propio 
laberinto, para de ahí propulsarse a la unidad perfecta (lo que 
popularmente se conoce como iluminación). Literalmente este término 
significa ‘caso público’, y en la práctica se emplea por maestros para 
medir la evolución de sus alumnos (sobre todo entre aquellos dedicados 
al Zen).  
Siendo occidentales un koan nos
 obliga a ubicarnos en una perspectiva relativista, o mejor dicho 
cuántica, ya que están configurados para no depender de una sola 
respuesta o interpretación. Cuando un koan expresa una pregunta
 esta tiene tiene infinitas respuestas (pues dependen de las 
circunstancias que definen la realidad del alumno o de aquel que intenta
 responderla). Esto nos remite nuevamente a la esencia de tradiciones 
como el budismo o el taoismo, en las que la realidad se define 
simplemente como el aquí y el ahora de la persona en cuestión. En 
síntesis, la respuesta a un koan debe florecer a partir del contexto específico en el que te encuentras pues no existe una respuesta ‘cierta’ de manera general.
“Cuando dos manos aplauden se produce un sonido. ¿Cuál es el sonido de una sola mano?”
“¿Tiene también un perro naturaleza búdica?”
Conclusión
Plantear una conclusión exclusiva para 
este texto equivaldría a aceptar que nbo entendí nada de lo que acabo de
 escribir (lo cual tampoco descarto). Pero evidentemente no puede haber 
solo una conclusión, ni dos, ni seis, sino que cada quien extraerá de él
 lo que más beneficie su propia secuencia de universos colapsados (para 
emplear un poco-ortodoxo slang cuántico).
En cambio, lo que puedo compartirte 
desde mi experiencia personal es que el haber destapado la posibilidad 
de que el universo este entretejido a partir de posibilidades, ha sido 
una de las experiencias más estimulantes con las que me he encontrado: 
el mapa no es el territorio. Por lo tanto la única brújula posible para 
nevar el multiverso es la congruencia (pues a través de ella nosotros 
mismos generamos una continuidad narrativa y no dejamos esa labor, la 
más maravillosa que nos fue dada, a un sistema particular de 
pensamiento.  
Y si bien por momentos llega también me 
resulta un tanto angustiante no tener un par de cómodas muletas (si/no) 
para transitar el camino universal, lo cierto es que también me ha dado 
una enorme tranquilidad el confirmar que jamás ha existido una respuesta
 exclusiva a cualquiera de las interrogantes existenciales que me he 
planteado, que jamás he cometido un error o un acierto, y que no soy 
algo o alguien (pero que tampoco por ello dejo de serlo).
Bienvenidos seamos todos al infinito reino del ‘quizá’.





 
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