“Hay que ser amable con todos los terroristas, porque uno nunca sabe si entre ellos habrá alguno que mañana sea Jefe de Estado”
Maryse Choisy
Logo de A.I., cuyo alambre de púas dibuja la “Z” de “Zion” o “Sión”
Nota de Todo Está Relacionado: Todo lo aquí expuesto sería exactamente igual si se cambian “comunistas” por “fascistas”, ya que la Hermandad Babilónica-Atlante, creó las dos facciones.
“Hace algún tiempo no pasaba día sin que esta organización supuestamente idealista e inspirada por los más altos valores humanos no apareciera en las noticias. La impresión general es la de un ente o referente independiente y valioso para toda la Humanidad. Estas líneas ayudarán a orientar mejor tales apreciaciones, ya que en algún momento volverá al centro de la noticia.
[...]
[...]
Funge como periodista bajo nombre falso en Inglaterra y en París. Se convierte en abogado y defiende a los terroristas presos. Ayuda a DeValera a ganar las elecciones y éste lo nombra Ministro de Asuntos Extranjeros de 1948 a 1951. Abandona el IRA. Llega a ser miembro del Consejo de Europa, integra la European Round Table, el Bureau Internacional de la Paz, el Congreso de las Fuerzas Mundiales de la Paz (presidente en 1973), y Premio Nobel de la Paz al mismo tiempo que… Premio LENIN de la Paz!
[...]

Menos conocida es su pertenencia al “Ordo Templis Orientis“, junto al misterioso hijo de una riquísima familia israelita, Trebitsch-Lincoln. Esta secta masónica recogió el pensamiento y ritos de Adam Weishaupt, creador de la secta “Los Iluminados de Baviera“. Esto ya nos da la primera pista para poder develar tan intrincado misterio. Amnesty
 International empieza a concebirse en el oscuro mundo subterráneo de 
las sectas secretas, cuya cantidad y poder simplemente abisman, cuando 
llegamos a conocerlas. Gran ayuda para eso es el libro 
“Die Geheim-Gesellschaften und Ihre Macht im 20. Jahrhundert” (Las 
Sociedades Secretas y Su Poder en el Siglo XX), Ian van Helsing, 
penosamente editado por Ewertverlag, 1993, prohibido en Alemania y no traducido aún. Figura familiar para unos pocos es el general Haushofer, con quien Sean McBride participó en la Unión Paneuropea, antigua propagadora de un Gobierno Mundial. También a través de su amigo israelita Joseph Ratinger, cofundador con David Rockefeller del CFR (‘Consejo
 de Relaciones Exteriores’), estaba conectado con el ‘Coronel’ Mandell 
House, de los ‘Masters of Wisdom’; ambos crearon el ‘Centro de Cultura 
Europea’, ‘La Liga Europea de Cooperación Económica’ y el ‘Movimiento 
Europeo’.
McBride trabaja también para la UNESCO en
 diversas comisiones y comités, destacando la ‘Comisión Internacional de
 Juristas’ (JIC), la que le sirvió de puntal para su hija predilecta: 
Amnesty International, heredera de otro engendro favorito suyo, la 
‘Convención de los Derechos del Hombre’.
Originalmente
 se la llamó “Llamado en Favor de la Amnistía”, y para su lanzamiento se
 inició una campaña propagandística internacional con un gran golpe. 
Esto fue una publicación a doble página en ‘Le Monde’ y ‘L’Observer’, 
algo absolutamente imposible de conseguir, pero en este caso el apoyo 
incondicional de todo tipo prestado por David Astor, propietario de L’Observer, no sólo lo hizo posible sino que además permitió elegir el día de la publicación: exactamente el día de la Santísima Trinidad, 28 de Mayo de 1961, trastocando el significado religioso de esa festividad católica.
Por 
coincidencia David Astor era miembro del Comité Directivo del ‘Royal 
Institute of International Affairs’ (RIIA’), de la ‘Pilgrims Society’, 
de la ‘Round Table’ y del ya tristemente conocido ‘Grupo Bilderberger’, en cuya fundación también tomó parte Joseph Ratinger.
La JIC, beneficiaria del estatuto consultivo de la ECOSOC, la UNESCO y
 del Consejo de Europa, asegura que su rol es “promover la primacía del 
Derecho y la protección jurídica de los Derechos del Hombre en todas 
partes del mundo. Envía observadores internacionales para seguir los 
grandes procesos políticos a fin de poder intervenir ante los gobiernos y
 de informar a la opinión pública cuando la primacía del derecho no ha 
sido respetada”. Se hace la salvedad que los países del Este negaron 
sistemáticamente a los juristas del JIC el derecho a asistir a los 
juicios o a investigar las violaciones de los derechos del hombre. En 
consecuencia no mantiene archivos de ningún país de la órbita soviética y
 le sobran de aquellos países en que regímenes fuertes, que para 
defender a sus pueblos proscriben al partido comunista, son 
caricaturizados como ‘dictaduras’. Entre
 sus altos funcionarios encontramos representantes de todas las sectas y
 sociedades secretas mencionadas, más la ‘Fabian Society’, el ‘Grupo 
Pugwash’, la ‘Comisión Trilateral’ y otras.
El 
gran golpe en Le Monde y L’Observer tuvo ecos en el New York Times, el 
Washington Post, el Asahi Shinbum de Japón, Die Welt en la RFA. Nada de 
raro ya que todos estos medios escritos están ligados directamente al 
CFR, a los Bilderberger y a la Trilateral, igual que muchísimos más.
Dos meses 
después se reúnen 12 personas en un café de Luxemburgo para dar a luz a 
Amnesty International. Las campañas se sucedieron sin tregua hasta 1966,
 cuando estalla el escándalo de Adén, Arabia. Allá se torturaba, y era 
Inglaterra con sus servicios secretos la culpable. David Astor tomó la 
decisión: se cortaría por lo sano. Así que contrató a un ex-agente 
secreto británico, Peter Calvocoressi, quien con sus contactos podría 
investigar ‘exitosamente’ semejante denuncia. Así fue y el informe habló
 de ‘algunas negligencias’ y que no había pruebas de que alguno de 
aquellos miembros de Amnesty International hubiesen trabajado para 
agencias secretas.
Pero el 
análisis final nos dice que Amnesty International cuenta con el respaldo
 de antiguos agentes secretos, como Astor y Calvocoressi, que aun 
retirado tienen acceso a toda la información que Sean McBride desee. 
Añadamos que Calvocoressi es el mandante de Penguin Books y director de 
otras editoras, pero lo más importante es que fue miembro del Tribunal 
de Nuremberg, y lo es del RIIA, del IISS y del ‘Institute of Race 
Relations’.
A estas 
alturas ya debiera llamar la atención la profusión de coincidencias 
alrededor de Amnesty International, con la repetición de misteriosas 
sociedades, sobre todo cuando uno está informado sobre quienes fundaron 
tales sectas y su verdadera finalidad.
En 1965 Sean 
McBride viajó a Washington invitado por Averill Harriman, hombre de 
mucho peso en las relaciones exteriores de EEUU, enviado especial de 
Roosevelt ante Londres durante la guerra, y luego ante Moscú, también gran amigo de Trotzky.
 Mas no podía fallar, era miembro del CFR, de la Pilgrims Society junto a
 los Rockefeller, los patrones del CFR. ¿A qué viajó a Washington? Él 
mismo lo revela: “La administración demócrata conocía mis buenas 
relaciones con los jefes de Norvietnam y deseaba que expusiera mis 
puntos de vista a autoridades políticas de alto nivel”. Se reúne 
entonces con Dean Rusk, Mac George Bundy y Robert MacNamara. Los tres 
eran miembros más o menos de las mismas sociedades, pero con ribetes 
izquierdistas bastante acentuados; p. ej.: Bundy colaboraba 
estrechamente con el yerno de Alexei Kosigyn. Sean McBride propuso a 
Philip Noel-Baker y Jean Sainteny como intermediarios para negociar con 
Hanoi; de estos Ho Chi Minh prefería abiertamente a Sainteny, por lo que
 fue elegido y apuntaló a Henry Kissinger, otro que bien baila, en las 
negociaciones del ‘68 al ‘73 y que culminaron en los ‘acuerdos de 
París’. Lo que pocos saben es que 
tras los viajes de Kissinger y las conexiones de Sainteny estaban los 
hilos de la Pugwash en las personas de Herbert Marcovich y Raymond 
Aubrac, así como de un alto personaje de la judería yanqui, Milton Katz,
 el que entre otras pertenecía a la ‘Fundación de Paz Mundial’, a la que
 por coincidencia pertenecía McBride. Katz introdujo a su hermano Kissinger a este mundo de alta política y posteriormente a Jimmy Carter. Adicional y reveladoramente el Centro
 de Documentación del Gran Oriente de Francia confirma los estrechos 
vínculos entre Amnesty International y la Masonería, especialmente el 
papel que jugó esta última en la campaña para la paz en Vietnam. Una paz digna de un profundo análisis.
El paso 
siguiente en 1972 fue nueva campaña ahora contra la tortura, patrocinada
 por la UNESCO. Lo impresentable es que la originó la revelación de que 
la impoluta Gran Bretaña practicaba la tortura a todo vapor en sus 
colonias.
En 1973 es 
nombrado Secretario General adjunto de la ONU, presidida por Kurt 
Waldheim (antes de caer en desgracia), y esto lo obliga a dejar la 
presidencia de Amnesty International. Su salida no detiene el avance de 
la siniestra organización -siniestra en más de un sentido-, la que luego
 de presentar el proyecto de Declaración sobre la Raza y los Prejuicios 
Raciales, marzo ‘73, impulsa reuniones de expertos en la UNESCO para 
debatir los supuestos Derechos del Hombre y en junio de 1978 el 
establecimiento de un ‘nuevo orden económico internacional’. Tal cual.
Lo anecdótico
 de esto es que Amnesty International posa de apolítica, imparcial, 
justa, insobornable, exigente y rigurosa. Entonces pedir, o más bien 
exigir, un nuevo orden mundial no sería un acto político. En declaración
 a ‘Le Monde’, 12.X.77, su presidente tuvo el desparpajo de quejarse 
‘que era criticada por un número creciente de países del Este como del 
Oeste’. Exactamente calificada como guarida de comunistas para los 
libres de América Latina y bastión del capitalismo para los rojos 
bolcheviques. Al final de este escrito saque sus propias conclusiones.
En 1974 Sean 
McBride recibe el premio Nobel y en su discurso no tiene empacho en 
decir con gran frescura: “Es en efecto la opinión pública estadounidense
 y mundial lo que forzó a Washington a retirarse de Vietnam” ¡¡!! Pero 
ya no le bastó con los prisioneros políticos, así que se lanzó contra la
 pena de muerte, labor en la que lo secundó el canciller ‘austríaco’ 
Kreisky, financiero de Pugwash y de la IIASA, organizaciones definidas 
como ‘mundial-progresistas’, y bien sabemos lo que el término 
‘progresista’ realmente implica.
Amnesty 
International cuenta con una Guía, reservada exclusivamente para uso de 
sus miembros, en la que se lee “nadie es aceptado como prisionero de 
opinión si se considera que ha incurrido o incitado a actos violencia o 
si ha participado en espionaje. Este criterio permite establecer una 
distinción entre los prisioneros de opinión y los otros prisioneros y 
permite evitar que Amnesty International pueda ser acusada de aportar su
 sostén al terrorismo”, pág. 11 de la edición de 1978.
La poco comprensiva realidad sin embargo se niega obstinadamente a compadecerse con tan nobles principios. En
 efecto vemos como se desvive por enviar observadores y defender a brazo
 partido a desalmados terroristas de izquierda como los de la ‘Rote 
Armee Fraktion’, conocida como Ejército Rojo. Y brilla 
por su ausencia en casos de combatientes de derecha capturados por el 
sistema. Este es sólo un ejemplo de muchos, en que han defendido a 
prisioneros que han hecho uso de una violencia inusitada e irracional. 
Sobra decir que el terrorismo es condenable venga de donde venga, pero 
no puede estar bien defender a unos e ignorar a otros, cuando se rasgan 
vestiduras y se llora imparcialidad y objetividad a ultranza.
Más ilustrativo es el caso del abogado Klaus Croissant,
 que defendió a los terroristas asesinos del grupo Baader-Meinhof. 
Comprobada su abierta complicidad y su servicio de enlace entre los 
detenidos y los delincuentes aún sueltos, fue a su vez detenido en 
Francia y se esperaba su extradición a Alemania, existiendo ya un 
decreto de expulsión. Amnesty International enrostra desafiante al 
gobierno francés y exige la liberación del ilegal. Y se apoya en una 
carta abierta firmada entre otras buenas personas por Régis
 Debray, Jean Elienstein, Simone de Beauvoir, Vladimir Jankelevitch, 
Jean Paul Sartre, Ives Boisset, Françoise Sagan, Georg Kiejman, Laurent 
Schwarz, Fred Zeller (antiguo Gran Maestre), Claude Boundet, François 
Chatelet, Maurice Clavel, Jacques Debou- Bridel, Gilles Deleuze, Pierre 
Jove, Françoise Mallet-Joris, Antoine Sanguinetti, Haroun Tazieff, también Pierre Bloch y el abogado Badinter, ambos de la LICRA (Liga Internacional Contra el Racismo y el Antisemitismo).
 A estas “grandes personalidades”, las que si no pueden ser catalogadas 
de izquierdistas es porque se sitúan en la extrema izquierda, se unió 
otro distinguido firmante, Serge Klarsfeld, el triste pero rentablemente famoso ‘cazador de Nazis’ que continúa su negocio después que se probó la ilegalidad del Juicio de Nuremberg y la falsedad del Holocausto.
Pero el caso 
que despojó definitivamente de su careta a Amnesty International fue el 
caso de ‘Los Diez de Wilmington’, nueve negros y una mujerzuela no 
negra, condenados a un total de 282 años de presidio por asalto e 
incendio de una tienda durante los disturbios raciales de 1971 en esa 
ciudad. La imparcial organización, preocupada de no ser inculpada de 
amparar el terrorismo, adoptó a los diez criminales como ‘prisioneros de
 opinión’ (?), basándose en el peregrino argumento de que ‘era bien 
conocido su pasado de militantes antirracistas’. Finalmente llegamos a 
la madre del cordero. No se trata de izquierdas ni derechas, opinión o 
justicia, derechos humanos o procesos justos. No, nada de eso. Se trata de Razas. De
 racismo y antirracismo, pero definidos omnímodamente por los creadores 
de Amnesty International y de todas las sectas secretas tras ella.
En pocas 
palabras, se puede cometer cualquier crimen, incluso el más despiadado 
terrorismo, y se tendrá total impunidad a condición de tener un pasado 
de conocida militancia antirracista. ¡Listo!
Añadamos que 
en declaración a Le Monde, 10.XII.77, se ufana de ‘atraer la atención 
sobre el escándalo de mantener en prisión por sospecha de comunismo’. 
Nadie ha visto que haya atraído jamás la menor atención hacia ciudadanos
 decentes encarcelados por sospecha de anticomunismo.
No es de 
extrañar que cuando el 10.X.71 Amnesty International recibía el Premio 
Nobel de la Paz, el Ministro de Educación uruguayo comentara el hecho a 
Le Monde como “un chiste de mal gusto”.
 ¿Qué
 es entonces realmente Amnesty International? Su sede de Londres anida 
al órgano más importante, el Secretariado General, cuya función 
primordial es la de recoger y analizar todas las informaciones sobre 
violaciones a los DD.HH provenientes del mundo entero. Desde aquí el 
Departamento de Investigación reparte sus directivas, comunicados y 
definiciones a todas la secciones nacionales en los diversos países, las
 cuales se limitan sólo a traducirlas y difundirlas sin ingerencia 
alguna.
Este Departamento de Investigación está dirigido por Derek Roebuck, decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Tasmania y jefe del Partido Comunista australiano. Cuenta con un larguísimo historial de actuaciones en organizaciones de izquierda y extrema izquierda.
 Tanto así que su nominación fue objetada por un senador de Tasmania y 
miembro de la misma organización, Brian Harradine, el que en su 
ingenuidad y desconocimiento del trasfondo de su querida institución, 
llegó a cuestionar la idoneidad de tan conspicuo director y recordó que 
aquel gustaba de ser definido como ‘propagandista político’ más que de 
catedrático o académico, por lo que el producto de sus indagaciones mal 
podría considerarse como objetivo o imparcial. Harradine debería 
recordar que si el fundador de 
Amnesty, Sean McBride, recibió el Premio Lenin a la Paz, como todos los 
demás, fue por servicios prestados a la Unión Soviética.
Siguen las 
cosas inexplicables. La forma de operar de A.I. en sus llamadas 
investigaciones está definida en las páginas 15 y 16 de su Guía: “El 
secretariado internacional, cuando reparte los expedientes, toma gran 
cuidado en que sus diferencias (opiniones políticas, pertenencia 
ideológica), sean suficientemente marcadas para prevenir toda sospecha 
de imparcialidad (¡sic!) política contra el grupo de adopción o contra 
el movimiento en su totalidad, a fin también de asegurar un 
internacionalismo riguroso en el trabajo realizado para la salvaguardia 
de los derechos del hombre. Los grupos de A.I. no deben jamás confiar 
casos individuales de prisioneros de opinión en su propio país”.
Suponemos que
 donde dice ‘imparcialidad’ debe decir ‘parcialidad’, porque de ser 
correcta, esa palabra sería un impensable caso de honestidad de parte de
 Amnesty International, digno de Ripley. A tal extremo llega este gran 
cuidado que miembros de Amnesty que visiten un país en el que se ventile
 algún caso de derechos humanoides, tienen prohibido acercarse a las 
supuestas víctimas, a sus casas y a sus familiares. Sólo pueden hacerlo 
los funcionarios designados para ese caso específico. ¿Qué razón dan 
para algo tan extraño? La página 52 de la Guía lo aclara: “Una visita 
inesperada por parte de un extranjero puede tener consecuencias 
peligrosas”. Y eso es todo. Ni define las consecuencias ni dice porqué 
serían peligrosas. Queda en el aire, pero sus redactores lo tienen muy 
claro.
¿Será que el 
investigador independiente Hugues Kéraly provocó sin querer una de estas
 ‘consecuencias peligrosas’ al escribir su libro ‘Encuesta Sobre Un Organismo Más Allá De Toda Sospecha: Amnesty International’? Muy reveladora es la siguiente entrevista publicada en ‘Rivarol’, 4.XII.80, que comenta un capítulo de ese libro, el que curiosamente ha sido rechazado por 20 editores “independientes”:
“Yendo
 a Chile, he llevado un expediente de Amnesty International para hacerme
 una idea del grado de veracidad de las informaciones difundidas por 
esta oficina. En esa época Chile era precisamente una de las dianas 
privilegiadas de Amnesty. El expediente que llevaba trataba el caso de once
 desgraciados (sic), once prisioneros de opinión, hombres y mujeres que 
habían ‘desaparecido’ porque habían cometido el crimen -según Amnesty de
 no pensar como el señor Pinochet. He vuelto con el expediente de once 
auténticos terroristas, miembros de la organización revolucionaria MIR 
(las brigadas rojas chilenas), colocadores de bombas. Nueve de ellos 
estaban todavía con vida, dos habían muerto después de un enfrentamiento
 con la policía -como ocurre también, desgraciadamente, en un país 
‘democrático’ como Italia, por ejemplo. He encontrado, pues, a esos 
nueve terroristas en la cárcel y tengo que precisar de paso, que fueron 
todos liberados cuatro meses más tarde”.
Si el resto 
del libro sobre esta institución más allá de toda sospecha es del mismo 
tenor, es fácil comprender la negativa de tantos editores que 
seguramente desean poder seguir con su negocio. También debe tratar la 
gran facilidad que tiene Amnesty International para obtener información 
sobre casos generados en los países de la órbita occidental, y la casi 
absoluta ausencia de miles y miles de casos reales perpetrados en la 
órbita soviética, incluidas China y la Cuba castrista, así como todos 
los abusos, torturas y asesinatos cometidos durante la dictadura 
marxista en Chile.
Digna de 
notar también es la estrecha colaboración que la une a la Liga de los 
Derechos del Hombre, que por boca de su presidente Henri Nogueres tuvo 
la honestidad de declararse ‘plenamente solidaria con la izquierda 
unificada’. Muy reveladoras resultan además las publicaciones de esta 
singular Liga. Por un lado “Aprés-Demain”, dirigida por Françoise 
Seligman, reconocida socialista marxista, y “Hommes et Libertés”, donde 
Henri Nogueres es director, Michel Levine redactor en jefe y Pierre Blum
 secretario de redacción. Apellidos muy franceses todos.
El destacado politólogo Henri Coston en su ‘Dictionnaire de la Politique Française’ no se anda con rodeos:
“…
 la Liga de los Derechos del Hombre es, primero y ante todo, una liga de
 los derechos del hombre marxista. Sus simpatías para el partido 
comunista son bien conocidas. La Liga ha muchas veces protestado por la 
prohibición de manifestaciones comunistas. Ha pedido el reintegro de 
funcionarios comunistas revocados por la UNESCO. Se ha indignado por la 
negativa a presentaciones del Ballet de Moscú y el de Leningrado, y ha 
elevado su protesta contra la negativa a candidaturas comunistas a la 
Escuela Nacional de Administración y a la Post, Telegraph and Telephone.
 Principalmente ha hecho campañas contra el procesamiento de Guingouin, 
acusado de asesinatos durante la guerra y en la llamada Liberación, 
asegurando que era ‘un resistente ejemplar’, a pesar de que el diputado 
socialista Le Bail les desmintió en el periódico ‘Le Populaire du 
Centre’.”
Sobre el caso
 existe información fidedigna de que el tal Guingouin es responsable de 
50 fosas de matanzas en los Departamentos cercanos a Limoges, cuyos 
emplazamientos eran conocidos por el inspector de los ‘Renseignements 
Generaux’ de la época, quien fue oportuna y convenientemente condenado a
 muerte.
Además el 
buen compañero Guingouin se hizo famoso por haber robado un vagón entero
 con oro del Banco Nacional de Francia. Por último, como cabecilla de la
 ‘Banda Guingouin’, tiene a su haber una serie de robos, matanzas, etc.,
 por dilucidar aún.
Otra joya de 
consecuencia es su protección y fuertes presiones a favor de los 
comunistas españoles que habían reconstituido el partido comunista 
español, simultáneas con sus exaltadas protestas contra ‘la escandalosa 
entrada de la España franquista, anticomunista, en la ONU’. Peor aún, 
participa en la campaña desencadenada por las organizaciones comunistas 
mundiales a favor de los esposos Julius y Ethel Rosenberg,
 ‘estadounidenses’ ambos, condenados a muerte por los tribunales yanquis
 como culpables de entregar secretos atómicos de su país a la Rusia 
bolchevique.
Amnesty 
International colabora también estrechamente con la ‘Secours Populaire 
Française’, SPF, la que se fundó para ‘ir en ayuda de los militantes 
comunistas que se encuentren en una posición difícil, en razón de su 
actividad y de las persecuciones judiciales que puedan ser objeto’. 
¿Quiénes conforman esta SPF? Empecemos por el comunista Fréderic Joliot-Curie, miembro de ‘Pugwash’, Paul Langevin, del Gran Oriente de Francia y ex presidente de la Liga de los Derechos del Hombre, Lucie Aubrac, mujer de Raymond Samuel (cambió su apellido a Aubrac… y cercano a Henry Kissinger, el CFR, Bilderberger, Trilateral y Pugwash), Jacques Mitterrand, hermano de François, Gran Maestre del Gran Oriente, comunista y ex ministro; Sicard de Plazoules, ex presidente de la Liga de Derechos del Hombre; Pierre Paraf, ex presidente del MRAP (organización judeocomunista). Finalmente su secretario general es Lucien Laupretre,
 miembro del comité central del partido comunista francés. Amnesty 
también mantiene estrecha relación con la CIMADE, grupo protestante 
izquierdista, cercano al quintacolumnista ‘Cristianos por el Socialismo’, cuyo secretario general Roby Bois trabajaba con el judío Jacques Chonchol, ominoso destructor de la agricultura Chilena como cómplice del judío marxista y masón Salvador Allende Gossens, aunque comenzó su siniestra labor junto al democristiano Eduardo Frei M., ya antes de la dictadura marxista, y que debió huir de CHILE el 11 de Septiembre de 1973, día de la Liberación Nacional.
Otra organización ligada a Amnesty International es la ‘Secours Rouge’ o Seguro Rojo,
 cuyo nombre no deja lugar a dudas y que ostenta entre sus 
personalidades a individuos de la misma extracción que todas las 
anteriores. Otra más es la ‘Asociación Internacional de Juristas Democráticos’, heredera de la ‘Internacional de Juristas Rojos’, y ligada a su vez con la ‘Society for Cultural Relations with the Soviet Union’, en la que fungían mundialistas connotados como Bertrand Russell, Bernard Shaw, H.G. Wells y Sidney Web, de paso todos miembros de la Fabian Society. Así, la maraña sigue creciendo.
La lista es larga por lo que nos detendremos aquí, pero no podemos pasar por alto al ‘Consejo Ecuménico de Iglesias’ (COE), fundado en 1948 en Amsterdam, entre otros por los comunistas T.C. Chao, chino, y Joseph Hroamdka, checo, siendo su secretario general monseñor Philip Potter quien declaró una vez: ‘He aprendido mucho del análisis marxista de la sociedad’. No sin razón se le apoda el Papa Rojo. Mejor lo hizo su predecesor, el Dr. Eugene Carson Blaker
 quien llegó a decir ‘El pensamiento marxista ha venido a ser muy 
importante para las Iglesias. El estudio del marxismo es para ellas una 
necesidad’ (!).
Y bajo la 
dirección de Carson Blaker el COE apoyó moral y sobre todo 
financieramente a los desertores yanquis, a los antirracistas ingleses 
de extrema izquierda, a los grupos terroristas que sabotearon los 
trabajos en la represa Cabora-Bassa, más una donación de 10.000 libros 
para ‘la educación política’ de los aborígenes australianos. Sin
 embargo rechaza sistemáticamente toda ayuda a los millones de 
perseguidos, torturados y asesinados en la URSS, incluido un grupo 
luterano de Letonia con 80.000 miembros, a quienes deliberadamente 
abandonó al oso soviético.
La lista de 
organizaciones eclesiales de toda índole, incluso musulmanas, es también
 muy larga. De todas destacaremos solamente a ‘Francia Tierra de Asilo’,
 preocupada lógicamente de fortalecer la ola invasiva de indeseables a 
todos los países europeos desarrollados. Estuvo dirigida hasta 1981 por 
el Abate Glasberg, judío ucraniano, sacerdote converso, y fundador del Centro de Orientación Social.
 En su curriculum resalta su activa participación en la resistencia 
comunista dedicada a descarrilar los trenes. Es decir, un pío y fiel 
seguidor de las enseñanzas de Jesucristo.
Siguiendo la 
maraña aparece el judeoegipcio Henri Curiel junto al Abate Glasberg en 
‘Solidaridad’, relacionada con el Instituto IRFED, con al CIMADE, y como
 no, con la ‘Francia, Tierra de Asilo’. Y en ‘Solidaridad’ aparece la 
periodista Florence Vermeil, funcionaria además del grupo ‘Bayard-Presse’, oficialmente a cargo de los ficheros de Amnesty International. Puro azar.
Y el azar 
sigue. Las sedes de muchas de estas sectas y grupos están 
sospechosamente cerca. La federación de Clubes de la UNESCO’ en el 43 de
 la calle de al Glaciére, en París, al lado de la Biblioteca de las 
Facultades Dominicanas (ISTINA), al otro lado el Centro Internacional de
 Investigaciones e intercambios Culturales (CIREC), colaboradores de 
‘Francia, Tierra de Asilo’, ‘Solidaridad’ y de Amnesty International, 
mientras en el Nº 49 se halla el IRFED, fundado por el Padre Lebret 
‘precursor del nuevo orden económico internacional‘, según Sudestasie de
 julio ‘80.
Y director del CIREC es el Padre Barth, vicepresidente en 1973 de la ‘Asociación de Solidaridad con los Trabajadores Inmigrantes’, situada a pasos de la calle Glaciere, y miembro del ’Consejo Mundial del Movimiento por la Paz’ donde conoce a Sean McBride, además de director de la revista ‘Francia, Tierra de Asilo’, todos asociados estrechamente al partido comunista. Por si fuera poco el Padre Vincent Cosmao.
 Consultor en la Comisión Pontificia ‘Justicia y Paz’ es miembro de 
SODEXPA y director del ‘Centro Lebret Fuerza y Desarrollo’‘ desde 1972, 
autor del libro ‘Nuevo Orden Mundial: Los Cristianos Provocados por el Desarrollo’,
 Editions Cahlet, 1978. Su labor es respaldada por la revista 
‘Sudestasie’ en la que colabora el mismo Roby Bois de CIMADE, organismo 
colaborador de Amnesty International. Se empieza a cerrar el círculo.
En el Informe
 Anual de 1978 de Amnesty International leemos: “Desde hace unos años 
ya, Amnesty mantiene relaciones de trabajo en los campos de interés 
mutuo con un cierto número de organizaciones sindicales”. Entre éstas la
 Confederación Internacional de Sindicatos Libres, la Confederación 
Mundial del Trabajo y la Federación Sindical Mundial. Esta última es 
tratada a fondo por Yann Moncomble en su libro ‘La Trilaterale et les Secrets du Mondialisme’, pág. 26, y en el cual se basa gran parte del presente trabajo. El color de estas federaciones es ya conocido por el lector.
En ese mismo 
Informe, Thomas Hammarberg, presidente del Comité Ejecutivo 
Internacional, declara: “Debemos hacer prueba de prudencia cuando se 
trate de cooperar con otras organizaciones y, antes de aceptar ofertas 
de donativos que recibamos, los examinamos desde muy cerca, según 
criterios estrictos. Eso es también mantener nuestra independencia y lo 
hacemos de manera que eso sea muy claro”. Todo esto lo dice en serio. 
Muy serio.
No cabe duda. Todo es muy claro. Lúcido y transparente, prístino y cristalino. Como son las relaciones
 entre Amnesty International y la Bilderberger, la Trilateral, la 
Fabrian Society, la Round Table, la Pilgrims Society, el RIIA, el 
Pugwash, y tantas otras con el comunismo internacional, y de todos juntos con, o bajo, la Alta Finanza Internacional.
O, tal como escribió el mismo Sean McBride en su libro ‘L’Exigence de la Liberté’,
 editado por Amnesty International en 1981: “Amnesty debe quedar 
absolutamente aparte de toda presión política, geográfica e ideológica”.
 Textual. No es que no sea correcto y muy positivo el planteamiento, es 
sólo que con todo lo expuesto resulta algo difícil de digerir.
Quizá sea por
 esa prudencia e independencia que el secretario general de Amnesty 
International es Martin Ennals, producto de la London School of 
Economics, definida como “la escuela más marxista de toda Inglaterra“. Hermano de John Ennals, rotario, masón, presidente del ‘Movimiento AntiApartheid’, director de la ‘UK Inmigrants Advisory’, miembro del ‘Comité Ejecutivo de la World Federation of UN Associations’, entre 1956 y 1966 secretario general del famoso Ruskin College, donde tenía como objetivo
 inmediato estudiar y enseñar ‘Cómo transformar las instituciones 
actuales y TOMAR POSESIÓN DEL MUNDO en forma metódica y científica”. 
Revelador ¿no?.
Como no podía ser de otra forma, mostrando el ojo que todo lo ve, HORUS.
[Pero la atrocidad no se detiene aquí]. Los presupuestos de Amnesty International. Estos se duplican de año en año. Y si uno se preocupa de anotar las sedes, personal y gastos anuales llega a la conclusión matemática e irrefutable que el total es apenas la mitad del presupuesto anual. ¡Qué extraño! Para terminar le recordamos que usted debía sacar sus propias conclusiones.”
Fuente original: http://sefuasi.blogspot.com.es/




 
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