De mucho se acusa a USA y sus gobiernos hoy en día: las 
impopulares guerras que la potencia ha desencadenado en todo el planeta 
generan reacciones de la izquierda mundial elaborando relatos de todo 
tipo que mezclan realidad con ficción con la única intención de llevar 
agua a su propio molino.
En este contexto se entienden las recientes declaraciones del ex subdirector de Contraterrorismo de la CIA, Hank Crumpton, acerca de las “sofisticadas” operaciones que China está desencadenando sobre USA, sumida en una crisis financiera sin precedentes.
Aún así, las cosas nunca son del todo blancas o del todo negras, 
siempre existe espacio para una reinterpretación de los hechos que sirva
 para dilucidar aspectos que se mantienen en las sombras. Así, la 
activista antiglobalización, Naomi Klein ha sabido publicar un informe que relata lo impensado:
 una facción neoconservadora de USA fue responsable de la mezcla entre 
capitalismo y comunismo totalitario en China, un modelo que amenaza con 
tomar por asalto al mundo entero protegiendo a una pequeña elite 
económica con estados omnipotentes.
El informe, titulado “Cómo fue implantado el capitalismo más salvaje en China” no cobró gran repercusión en los medios de comunicación. Aquí ler presentamos un fragmento del reporte.
[El propagandista neocons] Fukuyama aseguraba [desinformando 
cínicamente] que las reformas democráticas y las “del libre mercado” 
eran procesos gemelos imposibles de desdoblar. Sin embargo, en China, el
 gobierno estaba haciendo precisamente eso, desligar ambos procesos: 
estaba realizando grandes esfuerzos para desregular los salarios y los 
pecios y ampliar el ámbito de acción del mercado, pero, al mismo tiempo,
 estaba firmemente decidido a oponerse a toda reivindicación de 
elecciones democráticas o de reconocimiento de los derechos humanos. Los
 manifestantes de Tiananmen, por su parte, exigían democracia, pero 
muchos de ellos estaban en contra de las medidas gubernamentales de 
promoción del capitalismo sin restricciones, un detalle del que la 
prensa occidental olvidó informar en la mayoría de sus noticias y 
reportajes sobre el mencionado movimiento popular. En China, la 
democracia y la teoría económica de la Escuela de Chicago no estaban 
yendo de la mano, ni mucho menos, sino que ocupaban posiciones 
enfrentadas a uno y otro lado de las barricadas levantadas en torno a la
 plaza de Tiananmen.
A principios, de los años ochenta, el gobierno chino, liderado 
entonces por Deng Xiaoping, estaba obsesionado por evitar una reedición 
en su país de lo que acababa de suceder en Polonia, donde los 
trabajadores habían podido formar un movimiento independiente que 
desafiaba el monopolio que ejercía el Partido Comunista sobre el poder. 
Pero lo que preocupaba a los máximos dirigentes chinos no era la 
posibilidad de que desapareciesen la industria de propiedad estatal y 
las comunas agrícolas que constituían el fundamento del Estado 
comunista. De hecho, el propio Deng se había convertido en un entusiasta
 de la reconversión de la economía del país hacia una economía de 
empresa [capitalista]. Hasta tal punto llegaba su entusiasmo que, en 
1980, su gobierno invitó a Milton Friedman a visitar China para impartir
 tutorías a centenares de funcionarios de alto nivel, profesores y 
economistas del partido sobre los elementos fundamentales de al teoría 
del libre mercado. [Friedman engatusó a la gente con un mensaje 
demagógico apropiándose de las ventajas de la economía social de mercado
 que el nunca puede representar] y “lo mucho y mejor que vivía la gente 
corriente en los países capitalistas que en los países comunistas”.
[Friedman ya anunció cual es el modelo económico y social nada 
democrático de las élites mafiosas, con Kissinger a la cabeza, que el 
representa y le financian] La definición de libertad de Friedman –en la 
que las libertades políticas son secundarias, o, incluso, innecesarias 
en comparación con la libertad de comercio sin restricciones- se 
ajustaba perfectamente al proyecto de futuro que tomaba forma por aquel 
entonces en el Politburó chino. El Partido quería abrir la economía a la
 propiedad privada y el consumismo sin renunciar a su propio control del
 poder, un plan que garantizaba que, en el momento en que los activos 
del Estado fuesen puestos a subasta, las autoridades del partido y sus 
familiares serían las primeras en hacerse con los pedazos de negocio más
 rentables [exactamente esto hizo también Aznar]. Según esta idea de la 
“transición”, las mismas personas que controlaban el Estado bajo el 
comunismo lo seguirían controlando bajo el capitalismo, pero 
disfrutando, al mismo tiempo, de una mejora sustancial del estilo de 
vida. El modelo que pretendía emular el gobierno chino no era el de USA 
[¿?], sino, más bien, el del Chile de Pinochet: mercados libres 
combinados con un control político autoritario posibilitando una 
represión de mano de hierro.
Desde el primer momento, Deng entendió con claridad que la 
represión sería crucial. Bajo Mao, el Estado chino había ejercido un 
control brutal sobre su pueblo, deshaciéndose de los oponentes y 
enviando a los disidentes a campos de reeducación. [...] Ahora el 
partido iba a emprender su propia contrarrevolución [...] para que una 
minoría pudiera recaudar enormes beneficios. En 1983, al tiempo que 
abría el país a las inversiones extranjeras y reducía las pocas 
protecciones sociales Deng ordenó la creación de la Policía Armada 
Popular, un nuevo cuerpo antidisturbios de carácter móvil (sin una base 
de operaciones fijas) y formado por 400.000 agentes, con la misión de 
aplastar todo indicio de “delito económico” (o sea, huelgas y 
manifestaciones).
Muchas de las reformas de Deng tuvieron éxito y fueron populares 
(los agricultores adquirieron un mayor control sobre sus vidas y el 
comercio regresó a las ciudades). Pero, a finales de la década de 1980, 
Deng empezó a introducir medidas que generaron oleadas de desempleados, 
inflación, y se abrieron profundas desigualdades entre los ganadores y 
los perdedores del cambio hacia la nueva China [capitalista]. En 1988, 
el partido, que estaba topando con una fuerte reacción negativa, se vio 
obligado a dar marcha atrás a parte de sus medidas de desregulación de 
precios. También causaba creciente indignación la corrupción y el 
nepotismo flagrantes que se practicaban en el partido. Numerosos 
ciudadanos chinos querían más libertad dentro del mercado, pero el 
término “reforma” era una especie de nombre en clave para los negocios, 
ya que muchos de ellos tomaban ilegalmente posesión de activos que 
anteriormente manejaban como burócratas del Estado.
Ante el peligro de que [la conspiración y conversión al] libre 
mercado se fuese al garete, Milton Friedman fue llamado como gran 
[“sacerdote capitalista” para bendecir] el impulso que los 
“reformadores” chinos necesitaban. Una reedición, en cierto modo, de lo 
sucedido cuando los de Chicago y los pirañas habían solicitado su ayuda 
en 1975 a raíz de que su programa [de expropiación capitalista] hubiese 
desatado una revuelta interna en Chile [yo supongo que en los dos casos 
Friedman no fue más que la “cara bonita” que repetía los dictados 
criminales y expropiatorios de Henry Kissinger entre otros grandes 
mafiosos, recuerdo que Kissinger fue el que diseñó la “transición 
democrática maniatada” del Chile neocons de Pinochet... ]
Cuando Friedman y su esposa, Rose, llegaron a Shangai en 
septiembre de 1988, quedaron deslumbrados por la rapidez con que la 
China continental se iba asemejando cada vez más a Hong Kong. Pese a la 
rabia contenida que se respiraba en la base social del país, todo lo que
 vieron no hizo más que confirmar su “fe en el poder del libre mercado”.
 Friedman describió aquel momento como “el período más esperanzador del 
experimento [comunista y neoliberal] chino”.
[Friedman se rie de la “izquierda auténtica”, donde hay, 
siguiendo las pautas de la guerra fría, muchos infiltrados neocons] 
Friedman se regocijaba a su regreso de la China “comunista” que acababa 
de pasar doce días como invitado de diversos organismos gubernamentales y
 se había reunido con altos dirigentes del Partido Comunista (el 
secretario general Zhao Ziyang y con Jiang Zemi futuro presidente). Y, 
sin embargo, esas reuniones no habían provocado indignación alguna entre
 los defensores de los derechos humanos en las universidades USA. 
“Curiosamente di el mismo consejo a China que a Chile”. Y concluía 
preguntandose con sarcasmo, “debería estar preparado para una avalancha 
de protestas por haber estado dispuesto a asesorar a un gobierno tan 
maléfico?”. Meses después el gobierno chino empezó a emular muchas de 
las tristemente famosas tácticas de Pinochet…
El viaje [santificador y corrupto] de Friedman no surtió el 
efecto deseado. Las fotos publicadas en los diarios oficiales en las que
 se podía ver al profesor dando sus bendiciones [capitalistas] a los 
burócratas [comunistas] del partido no consiguieron hacer “entrar en 
razón” a la población. En los meses siguientes, las protestas se 
volvieron más firmes y radicales. Los signos más visibles de la 
oposición eran las manifestaciones de estudiantes en huelga en la plaza 
de Tiananmen. Estas históricas protestas fueron descritas de forma casi 
unánime en los medios internacionales como una confrontación entre unos 
estudiantes modernos e idealistas, deseosos de la implantación de 
libertades democráticas de corte occidental, y la vieja guardia 
autoritaria que pretendía salvaguardar el Estado comunista. 
Recientemente ha surgido otro análisis sobre el significado de lo 
acontecido en su moento en Tiananmen que pone en cuestión la versión 
mayoritaria y atribuye al friedmanismo [conspiración necons-comunista] y
 al sufrimiento social y económico, la causa fundamental. Este relato 
alternativo [desmitificador y verdadero] ha sido propuesto entre otros, 
por Wang Hui, uno de los organizadores de las protestas de 1989 y que es
 hoy uno de los más destacados intelectuales de la conocida como “nueva 
izquierda” de China. En su libro China’s New Order, publicado en 2003, 
Wang explica que los manifestantes reunían a una amplia representación 
de sectores diversos de la sociedad china y no sólo a estudiantes 
universitarios de élite: también había obreros industriales, pequeños 
empresarios y profesores. Lo que encendió las protestas, según recuerda,
 fue el descontento popular con los cambios económicos “revolucionarios”
 [y neoliberales] de Deng, consistentes en una reducción salarial y una 
subida de precios, que causaron “una crisis de despidos masivos y 
desempleo”. Según Wang “estos cambios actuaron de catalizador de la 
movilización social de 1989”.
Las manifestaciones no iban dirigidas contra el hecho de que se 
produjera una reforma económica, sino contra la naturaleza 
específicamente friedmanita [neoliberal y kissingueriana] de las 
reformas: su velocidad, su carácter implacable y el carácter 
marcadamente antidemocrático del proceso. Wang dice que la petición de 
elecciones y de libertad de expresión que hacían los manifestantes 
estaba estrechamente ligada a esa otra discrepancia en el apartado 
económico [o sea que Tiananmen fue de las primeras manifestaciones 
anti-neoliberales de la historia]. Lo que impulsaba la demanda de 
democracia era el hecho mismo de que el partido estuviese imponiendo 
cambios de alcance “revolucionario” [neoliberal] sin el más mínimo 
consentimiento popular previo. En ese sentido, Wang escribe que “lo que 
se pedía, en general, eran medios democráticos para supervisar la 
equidad del proceso de reforma y de reorganización de las prestaciones 
sociales” [por supuesto en ningún momento ningún chino negaba la 
necesidad de “transformar radicalmente” el comunismo maoísta]
[IMPORTANTE] Esta revuelta y descontento obligaron al Politburó a
 decantarse por una opción clara y determinada. La disyuntiva no era, 
como tantas veces se ha dicho [por la desinformación y/o ignorancia de 
los medios], entre democracia y comunismo, o entre “reforma” o “vieja 
guardia”. La decisión pasaba por un cálculo más complejo: ¿debía el 
partido llevar adelante su programa de libre mercado a toda costa, lo 
que significaba pasar por encima de los cadáveres de los manifestantes 
si era necesario? ¿O debía ceder a las peticiones de democracia de 
éstos, ceder su monopolio sobre el poder y arriesgarse a un serio revés 
en su proyecto económico? [Es decir Kissinguer y Milton Friedman habían 
creado un “interés común” entre la minoría gobernante china y la 
especulación y Wall Street de tal forma que a ninguna de las dos partes 
implicadas en esta conspiración antidemocrática interesaba “fastidiar en
 negocio inmenso” con debilidades democráticas” algo parecido como 
apunta Noemí Klein se logró con la “privatizaciones masivas” en la 
Polonia tras la revuelta anticomunista traicionando así las esperanzas 
de cambio del pueblo polaco y del mundo entero y poniendo muy a la vista
 la maldad criminal de esta gente y de toda su red de intereses 
bastardos]
[Frente a la protesta popular y esperanzadora de Tiananmen] El 
Politburó iba a proteger su programa de “reforma” económica [corrupción y
 expropiación masiva que también les había vendido un personajillo 
miserable como Milton Friedman y un criminal como Henry Kissinger] 
aplastando a los manifestantes. Ése fue el claro mensaje que el gobierno
 de la República Popular China transmitió cuando, el 20 de mayo de 1989,
 declaró la ley marcial. El 3 de junio, los tanques del Ejército Popular
 de Liberación avanzaron contra las concentraciones de protesta 
disparando indiscriminadamente sobre los manifestantes. Los soldados 
irrumpieron violentamente en los autobuses en los que se refugiaban 
numerosos estudiantes y los golpearon con sus porras; otro conjunto de 
tropas atravesó las barricadas que protegían la plaza de Tiananmen 
(donde los estudiantes habían erigido una estatua representativa de la 
Diosa de la Democracia) y detuvieron a los organizadores. Por todo el 
país tuvieron lugar redadas similares al mismo tiempo.
[Al igual que ahora pasa con Tibet y con Irak] Nunca tendremos 
estimaciones fiables del número de personas muertas y heridas durante 
aquellos días. El partido comunista admite únicamente unos cuantos 
centenares, pero los testimonios de los testigos visuales de los hechos 
en aquel entonces sitúan la cifra de muertos entre 2.000 y los 7.000, y 
la de heridos, hasta en 30.000. Lo que siguió a las protestas fue una 
caza de brujas nacional contra todos los críticos y los oponentes del 
régimen. Unos 40.000 fueron arrestados, miles acabaron en prisión y 
muchos de ellos (puede que centenares) fueron ejecutados. Cómo ya 
sucediera en América Latina, el gobierno reservó su represión más dura 
para los obreros industriales, que representaban la amenaza más directa 
para el capitalismo desregualdo [y el negocio que representaba para 
especuladores y burócratas chinos]. “La mayoría de los arrestados y 
prácticamente todos los que fueron ejecutados eran obreros [`¡¡viva el 
comunismo neoliberal!!]. El sometimiento sistemático de los detenidos a 
palizas y a torturas se convirtió en una práctica ampliamente 
publicitada con el fin evidente de aterrorizar a la población”, según 
escribe Maurice Meisner. [Con un gobierno de manporreros fieles se 
garantizaba un gran negocio para los grandes de la especulación global 
¿cómo poder resistirse a invertir en una China comunista tan fiel y 
amiga de las grandes mafias de la especulación global?]
[La trama de la conspiración comunista-capitalista no fue 
revelada y los grandes medios vendían el típico anticomunismo de siempre
 ocultando la naturaleza maléfica y degenerada de una conspiración y 
formidable negocio entre los burócratas chinos, los más salvajes 
especuladores de Wall Street y mafiosos encabezados por Henry Kissinger 
y/o satélites] La masacre fue tratada mayoritariamente en la prensa 
occidental como un nuevo ejemplo de la brutalidad comunista: del mismo 
modo que Mao había liquidado a sus oponentes durante la Revolución 
Cultural, ahora Deng, “el Carnicero de Pekín”, aplastaba a sus críticos 
bajo la atenta mirada del retrato gigante de Mao. En uno de sus 
titulares, el Wall Street Journal afirmaba que “las duras medidas 
tomadas por China amenazan con retrasar el impulso reformista de [los 
últimos] diez años”, como si Deng hubiese sido un enemigo de aquellas 
reformas y no su más dedicado defensor, hasta el punto de estar decidido
 a llevarlas a un nuevo y más audaz terreno.
[IMPORTANTE] Cinco días después de la sangrienta ofensiva 
represora, Deng pronunció un discurso ante la nación y dejó 
meridianamente claro que lo que estaba protegiendo con aquella actuación
 no era el comunismo, sino el capitalismo. Tras [mentir y] tachar a los 
manifestantes de “grupo donde se refugiaban buena parte de los desechos 
de la sociedad”, el presidente chino confirmó el compromiso del partido 
con la terapia de shock económica [termino que usa Noemí Klein para 
definir la imposición salvaje y bajo terror o catástrofes de 
desregulaciones y expropiaciones a favor de minorías de especuladores 
que son los únicos beneficiados de la “revolución capitalista 
neoliberal”]. “En resumidas cuentas, esto era una prueba y la hemos 
superado”, dijo Deng. Y añadió: “Quizás este episodio negativo nos 
permita seguir adelante con la reforma y con la política de puertas 
abiertas a un ritmo mejor y más constante, incluso más rápido. [...] No 
nos hemos equivocado. No hay ningún error en los cuatro principios 
esenciales [de la reforma y conspiración económica]. Si algún problema 
existe al respecto, es que dichos principios no han sido implementados 
aún de manera suficientemente exhaustiva”.
Orville Schell, un académico y periodista experto en China, 
resumió la opción tomada en aquel momento por Deng Xiaoping del modo 
siguiente: “Tras la masacre de 1989, lo que vino a decir en realidad fue
 que no iban a poner freno a la reforma económica, pero que sí pondrían 
fin, en la práctica, a toda reforma política”. [Henry Kissinger, un 
mezquino y segúndon funcionario ahora gran sacerdote de la mafia global,
 estaba que se salía: el más grande negocio de las élites gobernantes 
diseñado por él estaba en marcha y con una capacidad de represión 
absoluta e impune que garantizaba el éxito. Dicen que cuando el 
carnicero Deng Xiaoping se encontró con el criminal Kissinger se 
besuquearon profundamente...]
Para Deng y el resto del Politburó, las posibilidades del libre 
mercado habían pasado a ser ilimitadas. Del mismo modo que el terror de 
Pinochet había despejado las calles para dejar paso a su “cambio 
revolucionario” [“expropiación neoliberal”], Tiananmen había allanado el
 camino para la transformación radical sin que hubiera ya temor alguno 
de rebelión. Si a los agricultores y a los obreros la vida les resultaba
 más difícil a partir de entonces, tendrían que aceptarlo en silencio o 
enfrentarse a la ira del ejército y de la policía secreta. Y así, con la
 población sumida en un estado de salvaje terror, Deng pudo emprender 
reformas más radicales [y capitalistas] que no había abordado hasta 
aquel momento.
[Nota de Naomi Klein:] Deng tuvo algunos destacados defensores 
[de su matanza y represión despiadada, al igual que ahora también los 
hay contra el Tibet]. Tras la masacre, Henry Kissinger escribió un 
artículo de opinión en el que sostenía que el partido no había tenido 
otra opción: “Ningún gobierno del mundo habría tolerado que la plaza 
principal de su capital estuviese ocupada durante ocho semanas por 
decenas de miles de manifestantes [...] De ahí que fuese inevitable la 
actuación [criminal] del gobierno chino”. [Por si tenías alguna duda 
esta es la prueba de la complicidad del gran sacerdote mafioso y 
criminal: Henry Kissinger, por otra parte un burócrata de segunda como 
sus amigos comunistas chinos]
En los tres años siguientes a aquel baño de sangre, la nuez china
 se abrió a la inversión extranjera gracias, especialmente, a las zonas 
de explotación especiales constituidas por todo el país. Al anunciar 
estas nuevas iniciativas, Deng recordó al país que, “de ser necesario, 
no se escatimarán medios para eliminar cualquier posible agitación 
futura tan pronto como aparezca. Podrían así introducirse desde la ley 
marcial hasta otros métodos más severos”.
[IMPORTANTE] Ésa en concreto fue la oleada de reformas que 
transformó a China en el taller industrial de mano de obra barata del 
mundo y, por tanto, en la ubicación preferida de las plantas de 
producción subcontratadas por prácticamente todas las multinacionales 
del planeta. Ningún país ofrecía condiciones más lucrativas que China: 
impuestos y aranceles reducidos, autoridades corruptibles y, por encima 
de todo, una mano de obra abundante y escasamente remunerada que, 
durante muchos años, no iba a querer arriesgarse a exigir salarios 
dignos ni las protecciones laborales más básicas por miedo a las más 
violentas represalias [que además serían ignoradas y/o tergiversadas a 
favor de los chino-capitalistas por los grandes medios occidentales].
[IMPORTANTE] Para los [grandes especuladores] y para el partido 
[comunista], esta ha sido [una conspiración degenerada, criminal e 
impune] con la que “todos” han salido ganando. Según un estudio de 2006,
 el 90% de los “milmillonarios” de China (calculados en yuanes chinos) 
son hijos de funcionarios del Partido Comunista. Son en total 
aproximadamente, unos 2.900. Estos vástagos del partido (conocidos como 
“los principitos”) controlan una riqueza valorada en unos 260.000 
millones de dólares USA. Se trata de un cálculo del Estado 
corporativista del que Chile fue precursor en tiempos de Pinochet: una 
puerta giratoria entre las élites empresariales y políticas que unen su 
poder para eliminar a los trabajadores como fuerza política organizada 
[también Aznar ha hecho sus pinitos al respecto]. Este acuerdo de 
colaboración es apreciable hoy en día en el modo en que las empresas 
multinacionales mediáticas y tecnológicas ayudan al Estado chino a 
espiar a sus propios ciudadanos y a asegurar de que cuando los 
estudiantes realicen búsquedas por Internet de expresiones como “masacre
 de Tiananmen” o, incluso, “democracia”, no aparezca ningún resultado en
 pantalla. “La creación de la sociedad de mercado actual no fue 
consecuencia de una secuencia de hechos espontáneos” escribe Wang Hui, 
“sino de la interferencia y la violencia estatales”. [La sociedad 
capitalista totalitaria neoliberal actual no es consecuencia de una 
secuencia de hechos espontáneos sino de una conspiración entre 
burócratas, economistas degenerados y los especuladores más estafadores 
como muy bien demuestra el muy valiente y útil libro de Naomi Klein, “La
 doctrina del SHOCK, Ed. Paidos. Aquí he copiado de la pag. 248 a la 
256. Si eres cómplice por un cambio de todo esto tu responsabilidad es 
ayudar a difundir textos que nos ayuden a desenmascarar y combatir a 
esta gentuza de ladrones y criminales]

 
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