Si queremos consumar el proceso evolutivo en el 
que aparentemente nos encontramos inmersos y alcanzar colectivamente un 
rediseño de los viejos paradigmas, es indispensable elevar la frecuencia
 de nuestra vida sexual. 
 
Vivimos en una época de transformación 
acelerada. La información disponible, ese arca repleto de bits, memes, y
 ecos arquetípicos, se duplica con una velocidad que hace unas cuantas 
décadas no hubiésemos siquiera podido imaginar. Los pilares de la 
realidad socialmente convenida, por ejemplo el sistema financiero o la 
perspectiva tradicional ante conceptos como la conciencia o el trabajo, 
parecen apuntar a un desvanecimiento gradual pero ineludible. El arte 
canaliza su natural inquietud en una rebeldía que desea sacudirse las 
viejas fronteras –desde las biológicas, con el bioarte, hasta su 
estructura centralizada, con el arte callejero. Y en medio este carnaval
 evolutivo deberíamos incluir de manera prioritaria a la sexualidad, por
 cierto el mayor pulso energético del cual dispone el ser humano para 
acceder a planos paralelos –que como carreteras etéreas nos hacen una 
explícita invitación a recorrerlas.
Sin ánimo de privarnos de la atmósfera 
festiva que resuena en estos tiempos, sino con el afán de conducir esta 
evolución compartida hacia un destino concretamente positivo, es 
importante enfatizar en la enorme relevancia que tiene nuestra evolución
 sexual dentro de este inédito desdoblamiento colectivo. Y para 
reafirmar este proceso sexo-evolutivo quizá lo más prudente sea 
reconocer  la gran complejidad que implica el transformar nuestros 
paradigmas sexuales –recordemos que a fin de cuentas la intensidad 
energética que caracteriza a este pulso la convierte, por momentos, en 
una fuerza casi indomable.
Pero más allá de contemplar la épica 
naturaleza de esta empresa, este experimento voluntario requiere 
imprescindiblemente de  reflexionar sobre los hábitos, miedos, deseos, 
fantasías, y espasmos emocionales que moldean nuestras vidas sexuales.
El Poder de la Serpiente
En ciertas tradiciones esotéricas se le 
asigna a la energía sexual la figura de la serpiente, siendo la metáfora
 más popular la empleada por el hinduismo en la cual se nombra a la 
serpiente como Kundalini. Lo anterior se debe a que nuestra 
energía corpórea se manifiesta en una intempestiva hebra que yace 
dormida, esperando a ser activada, en la base de nuestra estructura, 
específicamente junto al sacro –coincide con la ubicación del primer 
chakra, el Mulhadara. De acuerdo con la tradición hinduista esta serpiente se encuentra replegada, enrollada tres veces y media en torno al Lingam (el
 cual simboliza el cuerpo físico de la deidad), y la evolución personal 
no podrá consumarse del todo si no se es capaz de despertar a este ser, 
en un proceso que involucra el recorrido de esta fuerza por cada uno de 
los siete chakras principales –travesía que habrá de llevar a cabo a 
través del canal energético central, el sushuma nadi, en un proceso que detonará inenarrables episodios místicos. Finalmente, al llegar al Sahasrara (conocido
 como chakra corona), esta serpiente florecerá sobre nosotros, 
proyectándose a lo largo del conducto que nos enlaza con la energía 
divina –por cierto este acto es uno de los que se asocian 
específicamente con el hecho de iluminarse. En síntesis, la sexualidad 
en conjunción con su manejo consciente es un tangible vehículo para 
desarrollar nuestra espiritualidad y también es quizá la mayor 
herramienta evolutiva que existe a nuestro alcance.
Desaprovechando el Sexo     
Como fenómeno antropológico y 
psicosocial resulta interesante reflexionar sobre las causas que han 
favorecido la desacralización de nuestra sexualidad. En lugar de 
aprovecharse como una sublime fuente de energía, parece que la tendencia
 dominante ha sido traducirla en un detonante de distracción, 
frivolidad, relaciones de poder, miedos y tabúes. Incluso podríamos 
considerarla como la fuente principal de traumas que acumulamos 
individualmente. Y aquí quiero aclarar que no coincido con Freud en 
atribuir cualquier malestar mental a sombríos episodios de nuestra 
sexualidad. Pero considero que una parte considerable de las improntas 
que van definiendo nuestra identidad, son provistas por experiencias 
ligadas a nuestra sexualidad –fenómeno avalado por las narrativas 
mitológicas de diversas culturas.
¿Qué sucedió entre los arcaicos rituales
 tántricos y el consumo obsesivo de pornografía, entre las danzas que 
tributaban la fertilidad en medio de majestuosos bosques y el uso del 
sexo como un vehículo ideal para establecer relaciones de sometimiento o
 manipulación? ¿Por qué el sexo se torno en una dinámica definida por el
 pudor, el ego, o la frivolidad? ¿Quién se beneficia ante el 
desaprovechamiento tajante de nuestro más tenaz dispositivo evolutivo?
Obviamente no pretendo dar respuesta a 
estas interrogantes, análisis para el cual definitivamente no me siento 
calificado, pero creo que parte de la clave para promover un cause 
evolutivo en torno a la sexualidad contemporánea está en asumir las 
actuales circunstancias, en observar nuestra vida sexual y en imaginar 
posibles rutas de emancipación ante este escenario.
El Retorno de la Sexualidad Espiritual
Dentro de la actitud social que se 
mantiene actualmente frente al sexo, se pueden detectar una serie de 
fenómenos que de algún modo bloquean el flujo de la evolución sexual. Y 
es curioso como al hacerlos conscientes, es decir al dedicarles un poco 
de reflexión, emerge casi de manera automática la probable solución para
 superarlos. A continuación mencionaré un par de los que considero más 
palpables:
- Falta de conciencia ante la enorme cantidad de energía involucrada en un intercambio sexual.
Lo anterior se traduce en una 
indiscriminada elección de parejas sexuales, algo que fomenta el 
establecimiento de lazos profundos entre personas que no necesariamente 
resuenan. En este sentido no se trata de disminuir la intensidad de tu 
vida sexual, y mucho menos de promover la monogamia, simplemente es 
cuestión de hacer un ejercicio reflexivo y tomar en cuenta los que 
resulte de esta reflexión a la hora de decidir conscientemente con 
quién, cuándo y dónde vas a sostener un encuentro sexual.
En algunas tradiciones mística, o al 
menos en algunos de sus derivados, se asegura que al tener sexo con una 
persona estamos entablando un vínculo energético que podría durar 
aproximadamente siete años. Otra versión afirma que este acto produce 
una comunión kármica que en un plano energético tiene una particular 
importancia. Pero más allá de especular sobre que sucede energéticamente
 cuando dos individuos copulan, lo que parece innegable es que son 
sesiones que alojan un profundo intercambio en múltiples niveles.
De acuerdo a lo anterior la ‘solución’ 
emerge de forma lubricada: date cuenta de las distintas consecuencias 
etéreas que derrama un encuentro sexual, y toma esto en cuenta para 
guiar tu discernimiento al momento de decidir con quien mezclarte. 
Recuerda que a nivel energético no existe el ‘sexo casual’ ya que este 
intercambio metafísico conlleva el que cada uno de los involucrados se 
vaya a casa con llevándose energía del otro.
 - La ansiosa búsqueda del orgasmo
Culturalmente estamos programados para 
asociar el sexo casi exclusivamente con el placer, y a este último con 
el orgasmo. Muchas personas consideran como un ejercicio fracasado el 
mantener un encuentro sexual que no derive en un orgasmo ‘explícito’. 
Pero el intercambio energético que mencionábamos anteriormente se 
potencializa de manera significativa cuando hay un orgasmo de por medio.
 El ‘abusar’ de la frecuencia orgásmica sin tener conocimientos 
relativamente avanzados de manejo de energía puede provocar vacíos que 
repercuten en la salud física, emocional, y mental de una persona, e 
incluso se considera que atenta directamente en contra de la longevidad.
 Y como suele ocurrir con cualquiera de las grandes fuentes de poder, el
 orgasmo manifiesta un marcado doble filo: puede ser un vehículo que te 
ayude, literalmente, a iluminarte –con la lucidez mental y la fortaleza 
física que este proceso implicaría– y por el otro lado es una fuerza 
que puede fácilmente desahuciarte. 
En este punto la respuesta parece ser el
 poner atención a tus ritmos orgásmicos y el comprobar que puedes 
sostener encuentros sexuales memorable, quizá históricos, sin necesidad 
de llegar al orgasmo.
- El encausamiento de la energía sexual
Generalmente cuando la energía sexual se
 hace presente en nuestros cuerpos, un pulso que si observamos unos 
instantes podemos fácilmente ubicar centímetros debajo de nuestro 
ombligo (región que aloja el chakra raíz), lo interpretamos como un 
urgente llamado que requiere de una respuesta física y explícitamente 
sexual  –ya sea que busquemos la cópula o al menos, para consolarnos, la
 masturbación. Sin embargo, resulta que la misma energía que podemos 
encausar a través del conducto sexual es la que utilizamos para 
propulsar nuestra creatividad. 
La próxima vez que escuches el llamado 
de este tipo de energía recuerda que el sexo no es la única manera de 
canalizarlo, y si intentas conducirla hacia una actividad que involucre 
tu centro creativo, seguramente obtendrás resultados interesantes y 
habrás exitosamente circulado el aliento de la serpiente.
Para concluir este breve paseo solo me 
gustaría aclarar que cada quien es libre de diseñar su vida sexual como 
le plazca –de hecho, al ser uno de los flujos más íntimos y poderosos es
 particularmente importante defender su soberanía ante cualquier 
‘invasor’. Y si bien este texto corre el riesgo de caer en una especie 
de recetario new age que dicte que hacer con tu vida sexual, lo
 cierto es que la intención original es simplemente compartir algunas 
reflexiones que te inviten a tomar responsabilidad sobre tu vida y tus 
acciones, esperando así contrinuir a la fiesta evolutiva que tengo el 
privilegio de compartir contigo.



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