La dudosa cualidad moral de la CIA ha 
sido expuesta numerosas veces, aunque díficilmente a fondo. De cualquier
 forma queda claro que  esta agencia de inteligencia, que opera en buena
 parte del mundo, no tiene reparos en actuar de forma totalmente siniestra y violatoria de los derechos humanos
 si alguien o algo se intepone con su agenda. Uno de los programas 
secretos en los que ha hecho patente el tipo de comportamiento que 
caracteriza a la CIA es el MK-ULTRA, un programa básicamente orientado a
 desarrollar técnicas para ejercer control mental sobre la población.
Por la investigación de diversos periodistas, la más reciente de la revista SF Weekly,
 sabemos que la CIA experimentó en repetidas ocasiones con el LSD en 
personas que no tenían conocimiento de que habían tomado este 
psicodélico –que en un principio fue probado como un “suero de la 
verdad”.  Antes de que el LSD encendiera a la población hippie de Estados Unidos –bajo el mantra de Leary “Tune in, Turn on, Drop Out“–
 la Agencia de Inteligencia Central ya experimentaba con LSD, provocando
 una serie de bizarras y pesadillescas situaciones en sus propios 
agentes y en civiles inocentes. Detrás del sueño californiano del sunshine acid, se oculta el sueño paranoico de la CIA y el LSD, una oscura pareja.
Los experimentos de la CIA con LSD 
fueron llevados a cabo supuestamente bajo la sospecha de que la Rusia 
comunista, Corea del Norte y China estaban utilizando esta droga para 
lavar el cerebro de estadounidenses presos. Y la Agencia no quería 
quedarse atrás en el uso de esta neurotecnología.
 La CIA colocó ácido lisérgico 
furtivamente a estadounidenses en la playa, en bares, en restaurantes y 
en burdeles por más de una década en una serie de experimentos que 
aparentemente no estaban muy regulados que digamos. La información que 
se tiene proviene de Seymour Hersh, quein primero expuso al programa 
MK-ULTRA en un artículo del New York Times en 1974, de John Marks, quien
 hizo una crónica de esta operación encubierta en su  libro The Search for the Manchurian Candidate y
 ahora del periodista Troy Hooper quien ha apelado a la ley de derecho a
 la información para obtener documentos y a una nueva investigación. Sin
 embargo, es difícil pensar que la CIA no se ha guardado los detalles 
más incriminantes y escandalosos de este programa de control mental, 
vinculados por algunos no sólo a la experimentación con drogas 
psicodélicas sino, en otra vertiente, también a la distribución y venta 
de las mismas.
Entre los casos más sonados de experimentación con LSD de la CIA se encuentran el del médico Frank Olsen,
 quien supuestamente se suicidó bajo las secuelas de la sustancia y 
quien fuera usado para satanizar los efectos del ácido, la demencial 
dosificación de todo un pueblo francés con LSD colocado en el pan,
 el empleo de prostitutas para colocar subrepticiamente LSD en la bebida
 de sus clientes para luego experimentar con sus psiques y el extraño 
caso del alguacil Wayne Ritchie, quien aparentemente fue dosificado por 
sus colegas de la ley sin que lo supiera, lo cual desató un episodio de 
paranoia criminal que le costó su carrera.
Ritchie relata que se encontraba tomando
 unos whiskeys con otros oficiales federales en 1957 en San Francisco 
cuando, después de escuhar un par de bromas de uno de los agentes, la 
habitación empezó a girar repentinamente. Las luces verdes y rojas del 
árbol de Navidad empezaron a derretirse en filamentos espirales; su 
temperatura aumentó y su mirada se detuvo en los nauseabundos colores 
que lo asediaban.
Ritche se disculpó y fue al lavabo, tomó
 un vaso de agua e intentó recomponerse. Pero esto no sucedió; la vieja 
paranoia lo abordó. Temía que los otros alguaciles no lo querían ahí y 
pensó que los oficiales superintendentes no lo querían tampoco. Todos 
estaban buscando alejarlo. Conspirando en su contra.
Ritchie luego fue a buscar confort en su
 novia pero eso no funcionó. Discutió con ella y entonces perdió el 
control. Frenético fue al Vagabond Bar,  donde tomó un par de sodas y 
whiskeys y luego a otros bares hasta que regresó al edificio donde 
estaban sus colegas.  Ahí ejecutó un desquiciado plan para “ayudarlos a 
deshacerse de mí” al tiempo que conseguía algo de dinero para que su 
novia pudiera comprar un boleto de avión a Nueva York. Ritchie fue por 
su arma de fuego y embriagado y posiblemente alucinando, entró al Shady 
Grove, donde pidió otro whiskey y, después de armarse de valor bebiendo 
el último trago, apuntó al bartender con su revolver pidiéndole
 todo el dinero. El asalto no prosperó mucho, una mesera llegó y le 
preguntó qué es lo que estaba haciendo. Cuando Ritchie volteó, una 
persona lo golpeó en la cabeza, dejándolo inconsciente. Se despertó con 
el desolador paisaje de dos policías parados encima de él.
Ritchie logró evitar prisión pagando una
 multa y renunciando a su puesto, pero el episodio nunca ha dejado de 
atormentarlo. Acosado  por la incertidumbre de ese día que cambió su 
vida, descubrió en 1999, leyendo un artículo del San Jose Times, que el 
oficial de narcóticos George White había conducido experimentos drogando
 con LSD a colegas en San Francisco como parte de la operación Midnight 
Climax, que se desprendió de MK-ULTRA. Ritchie conocía a White, es más, 
White estaba ahí esa noche en la que perdió la cabeza (según se puede 
atestiguar en el diario del mismo White).  Y pensar que por la misma 
época la CIA había estado investigando la posibilidad de dosificar a toda una ciudad introduciendo LSD en el agua.
El director de la CIA, Stansfield 
Turner, testificó que se realizaron experimentos con LSD y otras drogas 
en 44 universidades, 14 fundaciones de investigación y compañías 
farmacéuticas, 12 hospitales y tres instituciones penales (recordemos 
que Tim Leary lo había hecho con psilocibina en la Prisión Concord, pero con la intención de propiciar un cambio de conciencia en los reos para que abandonaran la vida criminal).
La misma CIA padeció la locura de estos experimentos de la más sórdida psicodelia. Agentes de la Operación Midnight Climax entraron en una racha de voyeurismo
 pornográfico usando prostitutas para llevar a clientes a una casa 
secreta decorada de imágenes de esclavismo sexual y cuadros de 
Toulouse-Lautrec, donde se les dosificaba cócteles con ácido lisérgico. 
Las habitaciones tenían espejos transparentes de un lado desde los 
cuales los agentes podían observar la acción. Los operativos de la CIA 
tomaban martinis mientras veían el sexo psicoactivo, supuestamente 
analizando los comportamientos de los sujetos dosificados para decidir 
si el LSD podía ser usado para manipular la psique de tal forma que se 
pudiera obtener  información puntual (una confesión o una conversión). 
Sobra decir lo extrañas que esas escenas sexuales han de haber sido: 
hombres llevados al llanto, al éxtasis y a la locura por prostitutas que
 derramaban secretamente ácido en sus bebidas mientras perversos agentes
 de la CIA observaban del otro lado del cristal.
La versión oficial dice que desde 1964 
la CIA dejó de hacer experimentos con LSD, llegando a la conclusión de 
que la sustancia difícilmente podía ser usada como un truth serum
 o como una arma militar, versión que  ha sido puesta en duda numerosas 
veces. Al mismo tiempo se llegó a la precipitada (y taimada) conclusión 
de que el LSD  no tiene un uso médico o terapéutico, por lo cual se 
prohibió todo tipo de uso y experimentación. Hoy sin embargo, los 
primeros estudios en décadas demuestran que es una de las sutancias más 
prometedoras en el tratamiento de la depresión, alcoholismo y algunas cefáleas.
Estos experimentos parecen inocentes en compración con los que se ha acusado a la CIA de realizar. Por ejemplo, el supuesto programa Monarch,
 en el que se dice que niños son dosificados con LSD y forzados a tener 
sexo, para de esta forma generar una serie de improntas que seguraran 
una programación conductual específica. Esto es ya el terreno de la 
conspiración, y pese a algunos testimonios como el de Cathy O’Brien, en 
su libro Trance-Formation of America, las fuentes son dudosas y difíciles de comprobar.
El
 misterio más hondo en lo que concierne a la CIA y el LSD, es el caso de
 Timothy Leary, el gurú de los sesenta que luego fue encarcelado para 
más tarde escaparse y exiliarse. Leary aparentemente es el antípoda de 
un agente de la CIA, o al menos representa la oposición más radical al 
sistema. Pero habrá quien dice que las apariencias engañan, y que la CIA
 es experta en fabricar y utilizar a sus “enemigos”  (como se ha dicho 
de Osama bin Laden). Existen cientos de artículos en Internet que 
sostienen que Leary trabajó o al menos fue utilizado por la CIA. Por 
ejemplo el escritor W.H Bowart,
 incluso cita al mismo Leary confesándole, de manera un tanto engañosa, 
que había trabajado y recibido fondos de la CIA: “Estoy elevando la 
inteligencia de una élite… un grupo élite de estadounidenses. Así que 
creo que nuestra libertad depende de ese pequeño grupo de personas que 
son suficientemente inteligentes para defender esa libertad”, respondió 
Leary, segú Bowart, a la pregunta de qué estaba haciendo para la CIA.
Leary era, como pocas personas, una encarnación del arquetipo del trickster,
 aquel que juega en la frontera de los mundos, coqueteando con la luz y 
la oscuridad, moviéndose por sus propias reglas,  seduciendo con su 
sonrisa de diablo angelical y sobre todo rompiendo los límites de lo que
 creemos es la realidad para alterar nuestra conciencia. Así que quién 
sabe, pudo haber dormido con la CIA para obtener lo que quería y tal vez
 la CIA no es lo que pensamos y contien algunas células más 
sofisticadas. Todo es un juego y difícilmente podemos saber la verdad en
 blanco y negro. Existen fuertes rumores de que Leary era de la CIA, 
pero quizás todo esto sea desinformación: tipo la misma CIA generando la
 idea de que existe una sociedad secreta que controla el mundo y teorías
 conspiratorias de ese estilo.
Asismismo existe una teoría quizás un tanto más sustentada
 de que la CIA fue por un momento el máximo vendedor de LSD en el mundo 
(ciertamente eran el cliente núemro 1 de los laboratorios en Sandoz), a 
través de la siniestra figura de  Ronald Handley Stark, quien al parecer
 jugó de doble agente entre la Brotherhood of Eternal Love y la Agencia.
Como siempre en estos casos se avanza en
 arenas movedizas de agendas ocultas y de información espectral. Como 
siempre en estos casos el lector debe profundizar y discernir entre 
versiones encontradas y contradictorias, apelando a su propio criterio. 
Queda, más allá de esto, la genialidad de Leary y la eterna paranoia que
 vuelve a encarnar en la CIA.
Más información:
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario